Un Presente No Planeado
Bienvenidos, curiosos amigos, a una historia que entrelaza el destino, el poder y un fatídico error médico que en un abrir y cerrar de ojos transformó al soñador en víctima y al fracaso en asesinato. Tomemos un sorbo de café, respiremos hondo y viajemos al año 1881, donde la historia de James Abram Garfield y Charles Julius Guiteau desentraña un tapiz de tragedia y locura.
Imaginemos el escenario: un presidente que no había buscado el poder, un hombre cuya trayectoria académica brillante y servicio militar en guerras significativas lo habían llevado a ser el vigésimo presidente de Estados Unidos. Garfield, un educador y militar respetado, asumió el cargo en medio de un clima de corrupción y expectativas colectivas — una era que pedía a gritos reformas en la administración pública. En este contexto, daba la casualidad que su propia historia estaba recién comenzando a escribirse con tintes de sangre y maldad.
Una Elección Imprevista
Pero, ¿cómo llegamos a este enigmático encuentro entre el presidente y su asesino? La narrativa de Garfield se inicia mucho antes, en el contexto de las elecciones presidenciales de 1880, en las que él, de manera casi accidental, se convirtió en candidato. En un clima de lucha interna en el Partido Republicano, donde dos facciones capitaneadas por Ulysses S. Grant y James Blaine clamaban por el control, Garfield emergió como la opción no deseada, elegido en la convención tras una serie de votos inciertos.
Garfield no aspiraba a ser presidente; su educación y su trayectoria política lo habían llevado a un lugar en el Congreso donde se esperaba que promoviera reformas necesarias. Ahora, sin embargo, se encontraba en la Casa Blanca, donde las peticiones de ascendencias y favoritismos abrumaban su escritorio. Imagina, amigo lector, a un hombre abrumado por amigos y conocidos que esperan obtener un puesto gracias a su apoyo en la campaña electoral.
A pesar de su entorno turbulento, Garfield se mostraba decidido a reformar el sistema de nombramientos y acabar con la corrupción que había plagado a sus predecesores. Pero el destino, como pronto descubriremos, tenía otros planes.
Un Asesino Entre las Sombras
Mientras Garfield lidiaba con la administración y la gestión de las expectativas sociales, en las sombras de Washington un hombre al borde de la locura gestaba un plan nefasto: Charles Guiteau. Dotado de una mente complicada y una percepción distorsionada de la realidad, Guiteau se había convencido de que su apoyo a Garfield había sido crucial para su victoria y, por lo tanto, merecía un consulado en París como recompensa.
Transformado por el rechazo, la humillación, y la profunda desesperación por la aprobación que nunca llegó, Guiteau evolucionó de un hombre errático en busca de reconocimiento a un asesino decidido a cambiar el rumbo de la nación. Con su mente ideológicamente distorsionada, llegó a creerse un enviado divino en una misión que justificaba cualquier acción, incluyendo el asesinato.
«Soy un Standhaft,» clamó tras ejecutar su plan, refiriéndose a la facción política que lealmente apoyaba al vicepresidente Chester Arthur, a quien él creía el candidato más apto. La premisa de Guiteau se entrelazaba entre el fanatismo y el deseo de poder, elementos que siempre han tejido la historia de los hombres.
Un Día de Julio
Era el 2 de julio de 1881, y Garfield se preparaba para dirigirse al Williams College para dar un discurso. La atmósfera en el tren era festiva, con sus hijos a su lado y James Blaine entre los presentes. Sin embargo, en el bullicioso entorno del terminal de ferrocarriles, se ocultaba el destino oscuro que lo aguardaba.
Guiteau, con la determinación seca en su mente, esperó pacientemente, dispuesto a ejecutar su plan mortal. Cuando el presidente hizo su aparición, cargando los sueños y esperanzas de un país dividido, Guiteau se acercó desde atrás y le disparó en la espalda, hiriéndolo con dos balas. La multitud apenas se dio cuenta de lo que sucedía. Garfield, herido, cayó al suelo, envuelto en una oscuridad que, en su mente, significaba el fin de su viaje en el poder.
Soy consciente de que el dolor ha sido una constante en la historia de los líderes. Pero el dolor que siguió a este evento fue exacerbado por una serie de decisiones y un sistema médico en decadencia.
El Futuro en Manos de los Médicos
Tras el atentado, Garfield fue trasladado a un hospital, donde la historia dio un giro inesperado. El Dr. Willard Bliss, elegido para atender sus heridas, pronto se convirtió en la figura que sellaría el destino del presidente. Un médico de escasa reputación, Bliss había sido excluido de varias sociedades médicas por prácticas irregulares. Sin embargo, ahora se encontraba al frente de un caso que sería conocido como uno de los más desafortunados en la historia médica de los Estados Unidos.
El Dr. Bliss, en su afán de convertirse en el héroe del momento y hacer despegar su carrera, desentendió las prácticas más básicas de la antisepsia, ignorando por completo los avances que otros médicos estaban comenzando a considerar imprescindibles. Desesperado por intervenir, Bliss se sumergió en la herida de Garfield, introduciendo sus dedos sin las mínimas condiciones de higiene, lo que resultó en una infección devastadora. Las balas que Guiteau había disparado solo fueron el inicio de una historia de dolor y desesperanza.
El público expectante, que había seguido cada movimiento de su presidente, se convertía en testigo de un sufrimiento prolongado; unos meses que se extenderían como una agonía interminable. Cada día, las noticias sobre la salud de Garfield fluctuarían, oscilando entre esperanzas y desesperación.
El Ocaso de una Vida
A medida que las semanas se transformaban en meses, Garfield comenzó a debilitarse, batallando contra las infecciones que emergieron de la incapacidad médica que había enfrentado. Mientras la nación esperaba respuestas mediante los boletines de salud, Garfield, atrapado en su propio cuerpo, experimentaba una serie de malestares que probablemente habrían sido evitables con una atención adecuada.
Misteriosos avances en la medicina, como el teléfono de Alexander Graham Bell, fueron enviados en su ayuda para localizar la bala. Sin embargo, la ausencia de prácticas de esterilización y la falta de un enfoque adecuado resultaron en un lamento colectivo, pues el presidente se debilitaba cada día más. Garfield, que había llegado al poder con la fuerza y determinación propias de un líder, se desvanecía ante los ojos de una nación que había puesto sus esperanzas en él.
Finalmente, el 19 de septiembre de 1881, James Garfield encontró su fin, no por el balazo que lo hirió, sino por las insidiosas complicaciones de un sistema médico que falló estrepitosamente. En sus últimos momentos, sus palabras resonarían con la tristeza de quien ha perdido no solo su vida, sino la vida de muchas posibilidades.
El Legado de una Tragedia
El asesinato de Garfield es más que una historia de traición; es un recordatorio de cómo un sistema puede fallar en los momentos críticos, dejando en su estela no solo víctimas, sino un legado de advertencias. ¿Fue el verdadero asesino un hombre con un revólver, o fueron las manos temblorosas y desprevenidas de un médico que se creía salvador?
Mientras los amantes de la historia debatimos, nos preguntamos si alguien podría haber hecho algo diferente. La carrera de Chester Arthur, el vicepresidente, se transformó en un legado de reforma que, irónicamente, nació del caos y la tragedia. Este giro de eventos nos recuerda que las tragedias pueden, en ocasiones, llevar a la creación de nuevos caminos, incluso en las horas más oscuras.
El destino de Charles Guiteau fue igualmente sombrío. Tras el juicio, su defensa de locura fue rechazada, y el poder de la justicia se impuso al desencantado idealista que una vez soñó con un consulado en París. Guiteau fue colgado, un final sombrío que cerró un ciclo de locura y desesperación, dejando un eco en la historia estadounidense.
Reflexiones Finales
Así, amigos míos, cerca del final de esta narrativa, debemos cuestionar las sombras que rodean la vida de un individuo; cuestionar qué es lo que realmente define una locura, y qué es lo que puede empujar a uno a ser el héroe o el villano. La historia de James Garfield y Charles Guiteau es, por tanto, una advertencia y una lección magistral sobre los límites de la ambición, el poder, y, sobre todo, la trivialidad de la vida y la muerte.
Con esta reflexión, mientras el café se enfría, nos despedimos momentáneamente. La historia siempre conserva sus misterios, y cada capítulo se escribe en las sombras de la memoria. ¿Qué piensas sobre esta tragedia? La narrativa de Garfield nos invita a ahondar más allá de las palabras, a descubrir las verdades no contadas que aguardan entre las líneas de los libros de historia. Hasta la próxima, curiosos.
¡Gracias!
Wow wow….parece que entre todos lo hicieron…el que disparó tuvo la culpa!increible. Así que??!!!!
Eres toda una Biblioteca, mis respetos.
Porque no tuve a una maestra de Historia como tu.
Vaya esa secta es comunismo, puro y duro. Te quitan los hijos y los crían ellos a su conveniencia
Estaba fundidito Gitó (Guiteau)
Este fue premonitorio???
Creo que ése asesino es lo más descarado que he leído, primero se confiesa que fué el mató y después busca confundir cuando lo piensa mejor, claro que estaba manipulando la intención siempre fué dar muerte al presídente.
Es increible,no Tengo palabras gracias por la information profesora Raquel 😢😢😢
Como es possible Tanta miseria Humana me pregunto yo gracias por Todo ese conocimiento,necesito hacer mas meditation para procesar Tanta miseria gracias una vez mas
Gracias esperamos el caso del presidente Mckinley
Me gustaría conocer, con más detalles, sobre el asesinato del 1901, se lo agradecería lo mismo que ésta valiosa labor 🎉
Gran informe! Muy completo e interesante! Muchas gracias. Saludos desde Argentina.
¿Quién viendo esto, días después del fallido atentado a Trump?
gracias a Raquel y su infatigable trabajo por alumbrar este oscuro lugar de miedos y mentiras vemos a eeuu y su tragica herencia protestante de la "libre interpretacion" y hago una "iglesia" en mi casa a mi nombre, para crear "taraditos" iluminados con la suficiente locura para sentirse "capaces" para marcar el rumbo del pais, paso con ese jovenzuelo el "shooter iluminado"
Raquel, que hermoso nombre, el mismo que en vida llevo mi madre.Ese que asesino a Lincoln, fue un verdadero cobarde, lo mató a traición, así actúan los extremistas o fanáticos. Y los que asesinaron al presidente Kennedy, doble cobardes, una verdadera conspiración, asesinaron los dos mejores presidentes de EEUU, en los últimos cien años.
mentiras la CIA lo hizo
Era un narcisista,
Nunca iba aceptar , ni reconocer su culpa , si no le hubiese baleado, no habría que operarlo , y mucho menos se habría infectado ,
Era un narcisista maligno y megalomano
Una serie de eventos desafortunados
Opino q los verdaderos asesinos de los presidentes siempre son los mismos la élite banquera
¿Y si Guiteau no hubiera disparado? ¿Habría Garfield cambiado la historia de EE.UU.?
Te felicito. Eres una crack
Agradable forma de conocer la historia…